A menudo se habla del famoso “flechazo” inmediato que muchos padres dicen sentir al nacer su hijo. Para algunos, es una realidad. Pero hay que recordar que esto no es en absoluto el caso para todos. Muchos padres no experimentan esta conexión mágica desde los primeros momentos. Para ellos, el vínculo se construye más lentamente, a veces mucho después del nacimiento. Esto puede generar culpa, un sentimiento de desconexión, o incluso la impresión de ser “anormal” o diferente a los demás. Sin embargo, la creación del vínculo no ocurre solo en los primeros minutos de vida. No siempre es intensa ni instintiva, y puede surgir más tarde, de manera gradual. Es importante decirlo para abrir la discusión y tranquilizar a los padres.
¿Por qué el vínculo es esencial para el bebé?
“La relación entre el bebé y su figura de apego es fundamental en varios niveles.“


El primero concierne al desarrollo del cerebro. Un bebé estimulado por miradas, voces, afecto e interacciones desarrolla más rápidamente ciertas áreas clave, como la memoria, el lenguaje o las emociones. Su desarrollo es, por tanto, más óptimo. El segundo nivel es el del sentimiento de seguridad. Gracias al amor y la presencia constante de su figura de apego, el niño está más tranquilo, menos estresado. Entonces se vuelve más capaz de explorar y comprender el mundo que le rodea. El tercer nivel tiene que ver con la regulación de las emociones. Un bebé no sabe manejar solo lo que siente. Es el padre quien debe calmarlo, tranquilizarlo y acompañarlo en este proceso.
Luego viene la autoestima y la construcción de la identidad. A través del vínculo, el amor, las miradas y las sonrisas, el niño descubre que es aceptado tal como es. Entiende que tiene valor, lo que alimenta su confianza y le ayuda a construirse como persona por derecho propio. Finalmente, este vínculo es una base esencial para sus futuras relaciones. Cuanto más sólido, benevolente y nutrido de amor sea, más desarrollará el niño la empatía, la capacidad de confiar y de tejer lazos con los demás.
Pero este vínculo no es solo fundamental para el bebé. También lo es para el padre, ya que nutre y transforma la relación en ambos sentidos.
¿Por qué el vínculo es esencial para el padre?
Para el adulto, la creación del vínculo se basa en tres puntos principales:
- Primero, refuerza el sentimiento de competencia parental. Sentirse conectado con tu hijo te da confianza y legitimidad en tu papel.
- Luego, aporta un verdadero sentimiento de satisfacción y bienestar. El vínculo de apego es una fuente de amor y alegría en el día a día, un calor que nutre y calma.
- Finalmente, da un sentido aún más fuerte a la paternidad. Ser padre no consiste solo en criar a un niño: también es crecer uno mismo gracias al amor, la presencia y la reciprocidad de esta relación.
Es entrar en un nuevo papel que nos permite redescubrirnos, renovarnos y tomar conciencia del valor que podemos tener a través del reconocimiento de nuestro bebé. Este reconocimiento se manifiesta en la búsqueda de contacto, las sonrisas, las interacciones, el hecho de que el niño se calme más fácilmente en nuestros brazos que en los de otras personas, o que se abandone confiadamente para dormir. Todas estas pequeñas cosas nos confirman la idea de que tenemos valor en nuestro papel de padres.
La creación del vínculo también aporta recursos valiosos para enfrentar las dificultades de la vida de los padres: el cansancio, la emotividad, el choque del bebé, la relación con el propio cuerpo, la autoestima. Crear un vínculo es como una “zanahoria”: hace bien, da energía y permite superar el resto manteniendo un rumbo esencial. Más allá de eso, el vínculo favorece la producción de oxitocina, la hormona del apego. Entonces entramos en un círculo virtuoso: cuanto más creamos un vínculo, más oxitocina secretamos, y más se refuerza el vínculo. Esta hormona tiene muchas virtudes. Hace bien tanto al cuerpo como a la mente, y hace que la relación sea aún más hermosa.
¿Cuándo crear un vínculo?
Idealmente, desde los primeros días, porque el niño depende totalmente de nosotros y su desarrollo se basa en lo que recibe. Pero es esencial recordar que podemos darnos un plazo. Podemos darnos tiempo. Si estamos demasiado cansados, demasiado emotivos, si necesitamos respirar, es perfectamente posible dejar que otras personas cuiden al bebé al principio, y luego volver a crear un vínculo más tarde. Lo importante es ser amable con uno mismo y no presionarse. Si no sentimos inmediatamente esta explosión de amor, no pasa nada. Lo esencial es que el bebé reciba las bases: ser alimentado, cambiado, lavado, rodeado. No importa si somos nosotros u otra persona de confianza quien lo hace.

Si nos sentimos incapaces física o psicológicamente de hacerlo, podemos pedir al otro padre, a los abuelos o a otra figura cercana que tome el relevo. En estas situaciones, un acompañamiento puede ser útil si la dificultad se vuelve demasiado profunda o duradera. Pero hay que recordar que tomarse tiempo no tiene nada de anormal.
¿Cómo crear un vínculo?
Crear un vínculo es un proceso progresivo. Se construye a través del contacto físico, los cuidados, la mirada, la voz, la respuesta a las necesidades, los momentos compartidos. No es un acto puntual, sino una repetición día tras día que da profundidad y durabilidad a la relación. Es como una planta: no es porque la reguemos muy fuerte una vez que va a crecer, sino porque volvemos a regarla regularmente que termina floreciendo. Para aquellos que quieran prolongar esta metáfora, el libro Pequeño Brote de Astrid Desbordes, ilustra perfectamente esta idea.
Para concluir, es esencial ser indulgente con uno mismo. La creación del vínculo puede ser ralentizada o complicada por factores independientes de nuestra voluntad: el parto, la caída hormonal, el cansancio, los dolores, el llanto del bebé. Todo esto puede frenar el vínculo, y es normal. Lo que cuenta es observar si la dificultad persiste. Si se vuelve demasiado profunda o duradera, es necesario buscar ayuda. Pero si es solo cuestión de tiempo, hay que permitirse tomarlo.
Finalmente, un último paréntesis sobre la noción de figura de apego. Se trata simplemente de la persona de referencia: aquella con quien el bebé crea el vínculo más fuerte. Puede ser un padre, pero también cualquier persona que lo cuide. En algunos casos – adopción, nacimiento bajo X, orfanato – este papel puede ser asumido por alguien que no sean los padres biológicos. Es importante recordarlo, porque incluso cuando un padre atraviesa una depresión posparto o un agotamiento parental, el niño puede encontrar una figura de apego temporal. Esto le evita verse privado de este vínculo vital y permite al padre recuperarse lentamente, antes de volver a encontrar su lugar en esta relación.